13 AÑOS DE CRÓNICAS EN ‘CATALIBANES’ 

18 de diciembre de 2013

Mentirosos compulsivos

Ha puesto en circulación la secta una sentencia judicial falsificada, que está alcanzando rápida difusión a través de Internet. La burda manipulación, advertida por varios usuarios de las redes sociales ―uno de ellos, Rafael Arenas, Catedrático de Derecho Internacional Privado de la Universidad Autónoma de Barcelona y miembro del colectivo Puerta de Brandemburgo―, brinda una nueva ocasión de sondar la impúdica capacidad de engaño del movimiento separatista:
«Sentencia del 22.07.10 del Tribunal Internacional de Justicia de La Haya: declaramos que no existe en Derecho Internacional ninguna norma que prohíba las declaraciones unilaterales de independencia. Declaramos que cuando haya contradicción entre la legalidad constitucional de un Estado y la voluntad democrática, prevalece esta segunda, y declaramos que en una sociedad democrática, a diferencia de una dictadura, no es la Ley la que determina la voluntad de los ciudadanos, sino que es esta la que crea y modifica cuando sea necesario, la legalidad vigente».
Otro de los incontables fraudes intelectuales
del nacionalismo catalán, el más reciente
Lo que, el día 22 de julio de 2010, emitió la Corte Internacional de Justicia, con sede en La Haya, fue una opinión consultiva, a petición de la Asamblea General de las Naciones Unidas; sin carácter vinculante, y exclusivamente referida a un caso concreto: la declaración unilateral de independencia de Kosovo (Is the unilateral declaration of independence by the Provisional Institutions of Self-Government of Kosovo in accordance with international law?), territorio que desde el final de la guerra y de los bombardeos de la OTAN, en junio de 1999, había permanecído bajo administración provisional del Consejo de Seguridad de la ONU, en virtud de la resolución 1244. Y lo que verdaderamente pone en el citado dictamen ―en el punto número 84, para ser precisos― es esto:
«Por las razones anteriormente expuestas, la Corte considera que el Derecho Internacional general no contiene ninguna prohibición de las declaraciones de independencia aplicable».
Comenzamos por observar que de la palabra «unilaterales» no existe ni rastro en esa parte del documento original (y así, en plural, tampoco en otras), el cual añade:
«En consecuencia, llega a la conclusión de que la declaración de independencia de 17 de febrero de 2008 no violó el Derecho Internacional general».
Y los 39 puntos subsiguientes (hasta el total de 123 de que consta) desgranan diversos aspectos legales relativos a los términos de la resolución 1244. El Derecho Internacional no prohíbe las declaraciones de independencia. Ni las prohíbe ni las permite, por la sencilla razón de que no entran en su ámbito de regulación, como se explica en un apartado previo (punto 26):
«Algunos de los participantes en el presente procedimiento [miembros del tribunal] han sugerido que la cuestión planteada por la Asamblea General no es, en realidad, una cuestión jurídica. Según esta postura, el Derecho Internacional no regula el acto de realizar una declaración de independencia, que debe ser contemplado como un acto político; solo los ordenamientos constitucionales nacionales rigen esa clase de declaraciones, mientras que la competencia de la Corte para emitir opiniones consultivas se limita a asuntos de Derecho Internacional».
De manera que todo el texto que en el montaje elaborado por el Goebbels de turno va después de los dos puntos, entrecomillado como si de un fragmento literal se tratase, es una pura invención. Otro bulo secesionista más. Releamos el pegote:
«Declaramos que cuando haya contradicción entre la legalidad constitucional de un Estado y la voluntad democrática, prevalece esta segunda, y declaramos que en una sociedad democrática, a diferencia de una dictadura, no es la Ley la que determina la voluntad de los ciudadanos, sino que es esta la que crea y modifica cuando sea necesario, la legalidad vigente».
La bajeza de los métodos que utilizan, para confundir a los incautos y excitar ―todavía más― los ánimos, da idea, una espeluznante idea, de lo que nos esperaría en una Cataluña independiente, controlada y dirigida por estos individuos.

13 de diciembre de 2013

Al final del camino

Continuamente oigo hablar de la «deriva independentista de CiU». La expresión, repetida hasta el hastío en prensa, radio y televisión, habita el omnipresente discurso de articulistas y comentaristas de sesuda apariencia. Y con perplejidad y pesar compruebo que no han entendido nada. Pero nada de nada. Que, a estas alturas, siguen sin enterarse de qué va el asunto: Convergència no puede haber “derivado” hacia el independentismo por la sencilla razón de que es una formación separatista desde su misma fundación. ¿Deriva independentista de CiU?, nuestra nación sí que va a la deriva; y hacia un seguro hundimiento.

En la transición del franquismo a esta mal llamada democracia (o paso de una dictadura a otra) hubo dos clases de partidarios de la secesión de Cataluña: los que querían proclamarla inmediatamente... y Jordi Pujol. El ex banquero de los tics nerviosos metido a político comprendió que precipitar las cosas hubiera acabado, con toda seguridad, en un monumental fracaso. Al tiempo que hubiera cerrado la puerta a cualquier intento futuro. No quedaba entonces otra opción que edificar pacientemente los pilares de una nueva nación sin que se notase demasiado. A base de sutil adoctrinamiento de la población durante generaciones y de ir rebañando cuotas de poder, en forma de transferencias autonómicas, a los sucesivos gobiernos. Es decir, la zapa silenciosa del Estado. El corredor de fondo en contraposición con quienes pretendían lanzarse a un sprint.

Artur Mas, en visita oficial a la India, haciendo el indio
Ahora asistimos al desenlace. Estamos en el tramo final de su proyecto, y no ante una lógica e incluso disculpable sublevación motivada por la “incomprensión” de Madrid, como ―en línea con el tradicional cinismo nacionalista, que hasta de sus propias canalladas culpa a los demás― se intenta que creamos.

Hace solo unas horas que Artur Mas ha alumbrado la tan esperada pregunta de su ilegal referéndum. Y ha sido un parto múltiple, además, pues dos serán las interrogaciones que planteará, una dentro de la otra, formando una combinación tan enrevesada y mamarrachenta como su progenitor. Pero a mí la pregunta que de verdad me ha interesado siempre es por qué España se encuentra en esta situación. Y esa ya la respondió de manera admirable Antonio Robles en un artículo titulado precisamente así: ¿Cómo hemos llegado a esto? Con acierto, el profesor señala como culpables a todos aquellos dirigentes que, con su cómplice inacción, llevan más de tres décadas permitiendo las fechorías del régimen nacionalista: desde las corruptelas económicas de sus líderes, hasta inconstitucionalidades como la erradicación del español de la enseñanza o las multas lingüísticas.

Resultaría casi imposible encontrar un solo lugar en el mundo que careciera de un equivalente de Mas, de Junqueras, o de cualquiera de los políticos que con ellos dos se reunieron ayer en el Palacio de la Generalidad para delinquir quebrantando el orden constitucional. La diferencia estriba en que los otros países mantienen recluidos en la marginalidad a ese tipo de sujetos, y de ningún modo se les consiente 30 años de constante desafío al Estado. Pero aquí, todos los presidentes del Gobierno de España, sin excepción, han cometido los tres mismos errores:
1.ºCreer en la existencia de un nacionalismo moderado con el cual se podía pactar (no existe el nacionalismo moderado, se trata de un espejismo; lo que sí hay es una facción del movimiento secesionista que, hipócrita y hábilmente, ha venido disimulando sus intenciones).
2.ºPensar que al nacionalismo se le aplaca mediante concesiones de dinero y poder.
3.ºLa convicción ―por un exceso de confianza en las capacidades personales propias, quizás― de que, llegado el momento, podrían dominar al monstruo que estaban alimentando.
Por eso ellos pasarán a la historia como los máximos responsables del terrible desastre que se nos avecina.